lunes, 2 de enero de 2012

JEREMÍAS Y DIOS




Jeremías está orando en el templo cuando una Voz lo baja de las nubes y le pregunta:
- ¿Qué ves, Jeremías?
Jeremías responde:
- Veo un templo con paredes de adobe muy gruesas; su suelo es de piedra y su techo de brezo.
La Voz sigue:
- ¿Te sientes bien en ese templo, Jeremías?
- ¡Oh sí, me siento feliz! Todo está muy cálido y tranquilo aquí. Estas paredes tan gruesas me dan una sensación de protección y de mucha paz; me siento como en mi cuna.
Dice la Voz:
- Ves, Jeremías, te sientes así porque este templo está hecho de tierra. La Tierra es tu verdadera casa, y es la casa de tu pueblo; es tu madre y es la madre del pueblo. La Tierra es la que les da protección y paz a todas y a todos; les brinda vida y los envuelve con su calor y ternura. En este templo estás dentro del cuerpo de Pachamama, hijo mío, y yo soy Pachamama.
- ¿Tú eres Pachamama?
- Sí, Jeremías, soy Pachamama y soy Roca, soy Manantial de aguas vivas, soy Sol, soy Luz, soy Cabalgador de las nubes; soy viento, Jeremías, soy la respiración del universo. Soy Pan para el camino y soy Vino para la fiesta. Soy Vid y soy Cordero.
Soy el Dios de los filósofos y de los sabios, el Dios de los místicos y el Dios de los miles de rostros de todas las religiones. Soy Poeta y Músico, Pintor, Arquitecto y Alfarero. Soy Matemáticas también y soy el Dios que no existe de los ateos, de los que no creen, de los que buscan, de los que dudan, de los que no pueden ver.
Soy el Dios que cada pueblo capta a su manera: para los pastores de ovejas soy el Pastor del pueblo; para los enfermos soy el gran Médico; para los pescadores del mar soy Pescador de hombres; para los oprimidos soy el Liberador; para los agobiados soy el Descanso; para los peregrinos soy Compañero de camino; para la mujer enamorada que busca desesperada el cuerpo del amado, soy el Jardinero que la llama con palabras de resurrección:
“Levántate, hermosa mía, y ven acá. Acaba de pasar el invierno y las lluvias se han ido. Han aparecido las flores en la tierra, ha llegado el tiempo de las canciones...” (Cantar de los cantares 2, 10-12).
Soy Padre, Jeremías, soy Hijo y soy Espíritu. Soy Alá, soy Yahveh, soy absolutamente Uno. Pero al mismo tiempo soy Tres.
También soy Madre que sabe conmoverse hasta lo infinito en sus entrañas.
Soy Fuego devorador, soy Amor, soy Esposo apasionado, celoso, tierno y compasivo, soy Vida, hijo mío. Soy Creador e Inventor, soy Liberador de las tiranías, soy Rey y soy Servidor, soy Sabiduría, Justicia, Libertad y Perdón; soy Ternura, Verdad y Fidelidad, soy Misericordia y Fortaleza. Yo soy Principio y Fin.
Dicen de mí que soy el Todopoderoso, el Altísimo y el Santísimo, lo cual es cierto, pero sobre todo me gusta ser el padre que pierde la cabeza de alegría por el hijo extraviado que vuelve a casa; o aquel señor que paga muy bien y por igual a sus trabajadores, hayan trabajado ocho horas o una hora apenas.
Pues sí, soy el Gran Relojero del universo, soy la Razón y el Sentido de todo; soy la Palabra y la Energía de las energías. Y sin embargo, soy tan otro y tan diferente de todo aquello que bien se puede decir que no soy absolutamente nada de eso. De hecho, soy todo aquello y a la vez soy Otro.
En una palabra, SOY EL QUE SOY Y EL QUE SERÉ. Mis nombres son infinitos y mi verdadero nombre nadie lo conoce.
Soy Humano, Jeremías. Soy el más pequeño y la más pequeña de entre las hijas e hijos de mi pueblo; soy el más pobre de entre todos vosotros. Y vosotros, en la raíz de vuestro ser, sois mi imagen.
Soy un Germen, un Brote, una chispa de eternidad dentro de ti y de tu pueblo, dentro de la humanidad y de todo el universo. Por encima de todo, soy Alegría.

Después de estas palabras, la Voz dejó de hablar.
Jeremías había caído de rodillas. Cataratas de luz lo habían tumbado al suelo, dejándolo sumido en adoración y total desconcierto.
Creyó que había muerto, pero algo como un fuego se había encendido en su corazón.
ELOY ROY